domingo, 22 de febrero de 2015

UNGIENDO AL REY 


Joh 12:3  Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro,  de mucho precio,  y ungió los pies de Jesús,  y los enjugó con sus cabellos;  y la casa se llenó del olor del perfume.
EN MATEO  LA BIBLIA NOS DICE :
Mat 26:7  vino a él una mujer,  con un vaso de alabastro de perfume de gran precio,  y lo derramó sobre la cabeza de él,  estando sentado a la mesa. 
“Si usted no conoce ni entiende el trasfondo cultural en el que tuvo lugar este suceso, le será fácil dejar de captar el pleno significado del gesto de María. ¿Qué es lo que exactamente estaba ella tratando de comunicar? Jesús mismo clarificó un aspecto de la historia al comentar que María lo estaba preparando para el día de su sepultura (Mateo 26:12). Entendemos que su acto de devoción señalaba hacia la muerte de Cristo al final de la semana. Pero nos perdemos algo más, de lo que los discípulos se dieron cuenta inmediatamente, algo tan evidente que Jesús ni siquiera lo mencionó. Al ungirle con aquel perfume tan caro, puede que María estuviera haciendo una declaración acerca de quién creía ella que era Jesús, proclamándole como Mesías. De hecho, la palabra hebrea que se traduce Mesías es Másica que literalmente significa «el Ungido». Christos o «Cristo» es el equivalente en griego.
LA UNCIÓN
Ungir a un invitado con aceite era algo común, esperado como un acto de hospitalidad (vea Lucas 7:46). Pero según Juan, María usa un frasco de aceite perfumado sumamente caro que hace de su acción una señal de que la unción era la de un rey.
“¿Pero por qué «el Ungido»? La palabra «Mesías» alude a la ceremonia que se usaba para apartar a alguien escogido por Dios, como un rey o un sacerdote. En vez de ser coronado durante una ceremonia de coronación, los reyes hebreos eran ungidos con el óleo sagrado perfumado con especias extremadamente costosas. Se usaban solo para la consagración de objetos del templo o para la unción de los sacerdotes y reyes. La fragancia tan maravillosa que dejaban era como una «corona» invisible, y confería un aura de santidad a los que la recibían. Cada cosa y cada individuo con aquella fragancia tan singular eran reconocidos como pertenecientes a Dios de una forma especial.
En el antiguo Cercano Oriente, la majestad del rey quedaba expresada no solo por lo que él llevaba puesto—sus joyas y manto—sino también por el «aroma» real. Aun después que un rey fuera ungido por primera vez, solía perfumar su túnica y manto con estos óleos preciosos en ocasiones especiales. Veamos una estrofa del himno de boda del rey David:

Tú amas la justicia y odias la maldad;
por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros,
¡tu Dios te ungió con perfume de alegría!
Aroma de mirra, áloe y canela
exhalan todas tus vestiduras;
desde los palacios adornados con marfil
e alegra la música de cuerdas (Salmo 45:7-8).

Piense también en este pasaje del rey Salomón:
¿Qué es eso que sube por el desierto
semejante a una columna de humo,
entre aromas de mirra e incienso,
entre exóticos perfumes?
¡Miren!
¡Es el carruaje de Salomón!
Viene escoltado por sesenta guerreros,
escogidos entre los más valientes de Israel
 (Cantares 3:6-7)

“Durante las procesiones reales, la fragancia de los valiosos óleos le informaba a la multitud que estaba pasando un rey.
Veamos ahora otra escena del Antiguo Testamento. Nos presenta a Salomón que acababa de ser ungido y era ahora llevado al manantial de Gijón, a las afueras de la ciudad, y luego lo montaron sobre una mula y lo llevaron en procesión por las calles de Jerusalén mientras el pueblo ob“observaba y aclamaba:

El sacerdote Sadoca, el profeta Matán y Venías hijo de Joyada, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey Salomón!». Luego, todos subieron detrás de él, tocando flautas y lanzando gritos de alegría. Era tal el estruendo, que la tierra temblaba (1 Reyes 1:38-40).

Considere ahora el asombroso paralelismo en la vida de Jesús. Sucedió una semana antes de su muerte, inmediatamente después que María lo ungiera con aquel perfume tan costoso7. Así como Salomón lo había hecho mil años antes, Jesús entró en Jerusalén montado en una asna. Imagínese la escena tal como nos la cuenta Juan 12. La multitud no estaba saludando a un maestro común y corriente. No, el pueblo estaba gritando a voz en cuello: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el Rey de Israel!» (v. 13).“Estaban recordando a Salomón, el hijo de David, que hacía muchos siglos había recorrido las calles de la ciudad a lomos de una mula, y ahora estaban proclamando que Jesús era el prometido «Hijo de David», a quien Dios había enviado para redimir a su pueblo.
Pero la importancia de la acción de María no termina ahí. Parece probable que el olor del perfume con el que María había ungido a Jesús permaneciera por días. Puede que Dios usara el acto de devoción de María para telegrafiar un mensaje sutil pero poderoso. En todo lugar adonde Jesús fue durante los últimos días de su vida, conservó la fragancia de la realeza.
"JESÚS OLÍA COMO UN REY.”